En los albergues del Distrito de Columbia, las personas que no hablan inglés sufren las consecuencias de la falta de traducción 

Three Latino youth pose in front of a blue building, looking at the camera.

Left to right: Kiara Meza, Davyd Abreu, and J, outside a SMYAL facility. Photo by Madi Koesler

The English version of this article ran in Street Sense’s May 7 issue.

Aviso: este artículo incluye descripciones de agresiones sexuales 

Kiara Meza, madre de dos y embarazada, se retorcía de dolor en el suelo tras haber intentado convencer al personal de su programa de vivienda juvenil (financiado por el ayuntamiento) de que llamasen a una ambulancia. Pero asegura que no podían entenderla y que no encontraron ninguna manera de poder traducir lo que decía. 

El idioma principal de Meza, originaria de Perú, es el español. Es aficionada a la música, aspira a ser esteticista y es una madre abnegada. Desde que llegó al Distrito de Columbia hace un año, ha ido dando tumbos de albergue en albergue. Nos cuenta que, en la mayoría de los centros, nadie del personal hablaba español. La barrera del idioma no solo resultaba frustrante, sino que llegó a ser peligrosa cuando sufrió una grave infección renal en enero. 

Ella afirma sobre una de las trabajadoras del programa de vivienda juvenil en el que se alojaba (gestionado por Covenant House), que «nunca llamó a la ambulancia. Yo me estaba muriendo ahí de los riñones». 

Asegura que durante este episodio el personal de Covenant House no intentó en ningún momento utilizar la línea de idiomas (Language Line) de la ciudad para tener acceso a servicios de traducción; a pesar de que todos los servicios financiados por fondos públicos de la ciudad (incluidos los albergues y los programas de viviendas de transición) están obligados a disponer de acceso lingüístico en virtud de la ley de Acceso Lingüístico de 2004, y a pesar de que la ciudad proporciona acceso gratuito a servicios de traducción a través de la línea de idiomas. 

En palabras de Angela Jones Hackley, consejera delegada de Covenant House, el personal recibe formación y protocolos de actuación que indican que utilizar la línea de idiomas debe ser el «primer y único recurso». No obstante, esa no fue la experiencia de Meza. 

Finalmente, se puso en contacto con su asistente social bilingüe de SMYAL, un servicio para jóvenes sin hogar, que llamó a una ambulancia. 

El relato de Meza no es un caso aislado. A pesar de que existen recursos como la línea de idiomas, las barreras lingüísticas en el sistema de albergues del Distrito de Columbia han ocasionado reiterados perjuicios a personas sin hogar, según afirman aquellas personas que han experimentado esta situación, así como sus defensores y defensoras. Las consecuencias de las barreras lingüísticas sobre las personas que buscan refugio pueden llegar a ser graves: puede llevar a que las rechacen de los refugios, a que se aprovechen de ellas o a que tengan que sufrir situaciones de abuso. 

«El acceso lingüístico constituye un problema en todos los eslabones del sistema de atención a las personas sin hogar», afirma Carmen Thorpe, orientadora comunitaria de District Bridges, un servicio destinado a esta población. «La primera vez que nos reunimos con quienes acuden a nosotras, se emocionan mucho al ver que alguien habla español. Para muchas personas, el idioma es una barrera infranqueable», afirma. 

A finales de abril, Ruth Nivar, una exempleada del Departamento de Servicios Humanos (DHS por sus siglas en inglé) del Distrito de Columbia, fue condenada a dos años de prisión federal por extorsionar a personas que no hablan inglés y que solicitaron asistencia gubernamental entre 2018 y 2023, según informa el Washington Post

Pero a pesar de las señales de alarma que puedan haber suscitado las acciones de Nivar, los problemas de acceso lingüístico persisten en todo el sistema de servicios para personas sin hogar, especialmente en los albergues financiados por el DHS, según el personal de intervención comunitaria que presta servicios principalmente a personas que no hablan inglés. 

Thorpe, así como Andrés Meza (no guarda parentesco con Kiara) y Sierra Barnedo, quienes son asistentes sociales en SMYAL y trabajan principalmente con jóvenes hispanohablantes, señalaron que la mayor parte del personal de los albergues y programas no es bilingüe y con frecuencia, a pesar de los requisitos del gobierno, no se pueden comunicar con aquellas personas que no hablan inglés. 

Un equipo de periodistas de Street Sense realizó una inspección lingüística de los albergues con pocos requisitos de acceso que están financiados por el DHS y que, por tanto deben, ser accesibles en otros idiomas. El equipo llamó a los ocho albergues de este tipo que figuran en la lista del DHS, así como a la línea de ayuda de dichos albergues. Se identificaron como periodistas en español antes de hacer preguntas sobre el acceso lingüístico. 

Cuando llamaron a la línea de ayuda de los albergues, que es la forma en que la mayoría de las personas que buscan refugio se ponen en contacto para preguntar si hay camas disponibles o solicitar transporte, el personal utilizó la línea de idiomas, un servicio de interpretación telefónica, para comunicarse. Pero cuando los y las periodistas llamaron a albergues concretos para saber cómo podía responder el personal de recepción de estos centros a las personas que no hablaban inglés después de haber sido derivadas a través de la línea de ayuda o de haber entrado en el centro, comprobaron que apenas se recurría a la línea de idiomas y que el personal bilingüe era escaso. 

El equipo de periodistas solo encontró un albergue (New York Avenue) con una persona del personal que hablara español, y un albergue (Pat Handy) con una opción de menú en español. 

En otros albergues con pocos requisitos, como Adams Place, Harriet Tubman, Emery y 801 East, el personal colgó el teléfono a los y las periodistas inmediatamente o tras decir en pocas palabras que no hablaban español. Al solicitar servicios de traducción, el personal no intentó llamar a la línea de idiomas ni ponerse en contacto con un/a intérprete. En uno de los centros, el personal indicó que volverían a llamar con un/a intérprete, pero nunca lo hicieron. El equipo periodístico realizó varias rondas de llamadas a distintas horas del día, con el mismo resultado. 

Según un portavoz del DHS, el organismo encargado de supervisar los albergues, todas las organizaciones que los gestionan deben cumplir con las leyes de acceso lingüístico del Distrito de Columbia, lo que incluye formar a su personal en este ámbito. El portavoz no respondió a una serie de preguntas detalladas sobre la accesibilidad lingüística ni sobre el uso de la línea de idiomas en los albergues, pero sí afirmó que «el DHS seguirá supervisando el cumplimiento de estas normas y trabajará para apoyar a las organizaciones en la atención a nuestros usuarios y usuarias». 

Los resultados de la inspección de Street Sense coinciden con la experiencia de Thorpe a la hora de ayudar a las personas a las que acompaña a acceder a refugios con pocos requisitos de acceso y a los servicios de gestión de viviendas. De las 40 personas bajo su seguimiento, solo tres cuentan con un o una asistente social que hable español. 

«Siempre tengo que encargarme de traducir para las personas con las que trabajo en el DHS. Aunque cuentan con una línea de idiomas, muchas veces esa línea no funciona bien», explicó Thorpe. «Con frecuencia, las y los coordinadores de casos con quienes colaboro no hablan español, así que la responsabilidad recae sobre mí. Sin mi ayuda, muchas de estas personas habrían quedado desatendidas». 

Las barreras lingüísticas no solo retrasan el acceso de las personas que no hablan inglés a una vivienda o a un albergue, sino que también pueden hacer que desenvolverse dentro de los albergues o en las viviendas de emergencia sea inseguro. 

Entre enero y abril, Davyd Abreu estuvo viviendo en SHINE, un programa de vivienda transitoria financiado por el DHS y gestionado por Covenant House, que ofrece acompañamiento social y servicios con enfoque sensible al trauma para jóvenes LGBTQ+. Abreu, originario de Venezuela, está aprendiendo inglés, pero su dominio del idioma sigue siendo bastante limitado. 

Abreu utilizó otro nombre durante su estancia en el programa SHINE, pero prefirió no hacerlo público por motivos de privacidad. Street Sense ha verificado su identidad mediante documentación exhaustiva, incluidos mensajes de texto, informes policiales y de incidentes, así como fotografías. 

En SHINE, Abreu cuenta que el personal lo trataba de forma distinta por no saber inglés, y sentía que no podía defenderse ni presentar quejas debido a la barrera lingüística. Incluso solicitudes sencillas, como pedir otras opciones de comida, eran difíciles de comunicar, ya que el personal de SHINE dependía del traductor de Google, según él. Desde su perspectiva, era «como si no tuvieran acceso» a la línea de idiomas. 

«Nunca pude hacer una demanda de comida porque la verdad no sabe hablar en inglés, y les molestaba». 

Según Jones Hackley, consejera delegada de Covenant House, el personal recibe formación para tratar a los y las usuarias con respeto y se les indica que utilicen los servicios de interpretación aprobados, incluida la línea de idiomas. 

«Nuestro objetivo es que todos y todas las jóvenes puedan acceder a los servicios que ofrecemos», dijo ella. «Reentrenamos al personal recientemente, y podemos seguir haciéndolo. Nuestra postura está clara: la línea de idiomas es la herramienta adecuada. El traductor de Google no lo es, y no lo usamos para comunicarnos con los y las jóvenes». 

Pero J, identificada solo por su inicial debido a razones de privacidad, tuvo experiencias similares a las de Abreu durante su estancia en SHINE. Contó que el personal dependía del traductor de Google para comunicarse con ella, lo que dificultaba que pudiera explicar sus necesidades concretas como mujer trans. 

Abreu todavía estaba en SHINE en febrero. Ese mes, tuvo un accidente y se fracturó la pierna. La noche en la que le dieron el alta hospitalaria y regresó a SHINE, otro miembro del programa intentó violarlo. Abreu explicó que trató de comunicar lo que estaba pasando al personal del albergue, pero tanto él como Andrés Meza aseguraron que el personal se negó a llamar a la Policía Metropolitana (MPD) y no intentaron usar la línea de idiomas. 

En cambio, como muestran unas fotos que Abreu tomó del teléfono de un trabajador y compartió con Street Sense, el personal usó el traductor de Google para traducir las instrucciones y le dijeron a Abreu: «Acabamos de cambiarlo de habitación, puedes regresar», refiriéndose al presunto agresor. 

«Llamé a Andrés, entonces, él nunca me responde en las noches porque no es horario laborable», dijo Abreu. «Pero, él, por gracia de Dios, me contesto, y le dije que me llamara a la policía, que me llamara a la ambulancia». 

Street Sense obtuvo una copia del informe de incidente inusual presentado por SHINE al DHS, que coincide con el relato de Abreu sobre el intento de violación. En el informe se indica que «debido a barreras lingüísticas, [DA] llamó por teléfono a un asistente social de SMYLE, y ese asistente social, sin que Covenant House DC lo supiera, llamó a la Policía Metropolitana y denunció que se había producido una agresión sexual en las instalaciones de SHINE». 

Aunque Jones Hackley no pudo hablar del incidente en concreto, aseguró que Covenant House está colaborando con la policía. Andrés Meza declaró que Covenant House no ofreció ningún «servicio de apoyo», como ayuda jurídica o terapia, tras el incidente. 

De ahora en adelante, dijo Jones Hackley, Covenant House se asegurará de «volver a capacitar y reforzar la comunicación con nuestro personal, así como nuestros valores al atender a los y las jóvenes». 

«Queremos que todas las personas jóvenes se sientan bien acogidas al cruzar nuestras puertas, y para ello seguimos todas las leyes del Distrito», añadió. 

Después del incidente, Abreu empezó a tomar medidas para salir del programa SHINE. Actualmente vive en una vivienda proporcionada por SMYAL, que también conlleva sus propios desafíos ya que no se lleva bien con algunos de los otros jóvenes con los que comparte el espacio, pero, en sus palabras, al menos ahora puede expresarse libremente. 

A día de hoy está centrado en recuperarse del incidente para sentirse más estable y más en control de su vida. No obstante, recalca su convicción de que la ciudad necesita mejorar el acceso lingüístico en los servicios de atención a personas sin hogar, a fin de que todas las personas puedan ser comprendidas. 

«Habemos muchas personas como yo que a veces andamos por la vía y queremos buscar en una fundación en algo y resulta y acontece que no hablan inglés, hablan español y cuesta », afirmó. 

Este articulo fue publicado en Street Sense el 4 de junio.

Del editor: Este articulo fue publicado primero en inglés el 7 de mayo. Graham Krewinghaus y Cody Slutzky colaboraron en la redacción y traducción. La traducción al español fue realizada por Sofía Martínez Úbeda gracias al INSP (International Network of Street Papers). 


Issues |Civil Rights|Immigration


Region |Washington DC

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